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Ella quería que la llamaran morena
Que así camua el abismo entre ella y la humanidad plena.
La ira se ina, piensa en este esquema
La idea inmunda, todo inunda
El dolor profundo es que todos son mi tema1
Descenso al inerno: la motivación para escribir
En 2017 vi la obra “OBÌNRIN ALÁGBÁRA – MULHERES FORTES”, de la di-
rectora Miriam Selma. Recuerdo salir del teatro completamente atónita.
No sabía cómo explicar exactamente lo que sentía, la emoción era de
una fuerza inexplicable. Coneso que todavía busco profundizar en los
diversos signicados de esa sensación disruptiva, era como si algo hu-
biera surgido ese día. El elenco de la obra estuvo compuesto mayorita-
riamente por mujeres negras. Tambores y atabaques marcan el ritmo
de las canciones africanas. En una de las escenas más llamativas, uno de
los personajes coreaba: ¡mi madre era una mujer negra! Repitió la frase
entre gritos y gemidos: mi madre era una mujer negra... En la escena,
la hija denunció la violencia a la que había sido sometida su madre –
África – y con ese grito evocó a toda la diáspora negra brasileña. Eso me
tomó por sorpresa. Fue en el diván, en mi análisis personal, días des-
pués que escuché de mi analista: “¿Cuándo vas a hablar del color negro
de tu mamá, Fernanda?”. Desde entonces, la cuestión de la racialidad y
el racismo, que siempre han sido objetos de estudio y fenómenos antro-
pológicos, sociológicos y políticos para mí, se ha convertido también en
una cuestión de análisis más profunda, y que poco a poco he buscado
nombrar y analizar. Me doy cuenta de que hasta entonces, mi “máscara
blanca” me había “protegido” de identicar un trauma inconsciente que
no era reconocido y, por lo tanto, no nombrado ni elaborado. Con el
tiempo, llegué a comprender que el silenciamiento de la racialidad que
da origen a mi existencia2 no es una condición individual –aunque esté
permeada por varias singularidades– el “silencio” es también una parte
importante del mecanismo ideológico y político que fundamenta el mito
de la democracia en la estructura racial brasileña, sin que su estructura
de poder y dominación sea cuestionada y, de esta manera, el racismo
estructural en Brasil continúa como proyecto político, económico, ideo-
lógico y social hasta el día de hoy 3.
el COLOR de la PIEL
del CUERPO que (yo) habito
Fernanda Almeida1
1 Psicoanalista, trabajadora social
y docente de pregrado y posgrado.
Maestría en Servicio Social por la
Ponticia Universidad Católica de San
Pablo – PUC-SP. Trabaja en el Sistema
Único de Salud (SUS) en un Centro
de Atención Psicosocial al Alcohol y
a las Drogas (CAPS-AD). Es aspirante
a miembro del Departamento de
Psicoanálisis del Instituto Sedes
Sapientiae, miembro del equipo
editorial del Boletín Online y de la
Comisión de Reparación Racial y Acción
Armativa del mismo departamento.
Forma parte del proyecto Territorios
Clínicos de la Fundación Tide Setubal
. Desarrolla proyectos de curación,
producción y capacitación para el SESC-
SP en el área de acciones ciudadanas.
Es una de las organizadoras del libro
recientemente publicado “Territórios
Clínicos” de la editorial Perspectiva.
1 Fragmento de la canción Ismália del
rapero, cantante, compositor y presentador
brasileño Emicida , en el álbum AmarElo.
2 Soy hija de una pareja interracial: un
padre blanco y una madre negra retinta.
3 Comparto la opinión de que el racismo
no es un fenómeno social episódico o
patológico; el racismo en la sociedad
moderna contemporánea es constitutivo
del modo de producción capitalista. Tomo
como referencia para esta armación
a dos autores clásicos, Clovis Moura y
Florestam Fernandes. En la misma línea,
Silvio Almeida, a través de sus estudios,
ha popularizado el concepto de racismo
estructural.