INTERCAMBIO PSICOANALÍTICO, 14 (2), 2023, pp 24 - 34
ISSN 2815-6994 (en linea) DOI: doi.org/10.60139/InterPsic/14.2. 2/
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PSICANÁLISE, O FUTURO DE
UMA DES-ILUSÃO
PSICOANÁLISIS, EL PORVENIR DE UNA
DES-ILUSIÓN
PSYCHOANALYSIS, THE FUTURE OF A
DISILLUSIONMENT
Mario Pablo Fuks
Sedes Sapientiae
Correio electrônico:
A/C de Lucia B. Fuks - bucia@uol.com.br
Para citar este artículo / Para citar este artigo / To reference this article
Fuks M L. (2023) Psicanálise, o futuro de uma des-ilusão
Intercambio Psicoanalítico 14 (2), DOI:doi.org/10.60139/InterPsic/14.2. 2/
Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC By 4.0)
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A partir de un debate promovido, hace algún tiempo, por una revista de
psicoanálisis con el disparador (y provocador) título “Psicoanálisis, ¿el
porvenir de una (des)ilusión?”1, que parafrasea el título del trabajo de
Freud El porvenir de una ilusión (1927a), desarrollé algunas ideas, partien-
do de este último texto. Lo que sigue es una versión con algunas correc-
ciones, recortes y añadidos, de lo que fue presentado en otra ocasión.2
Podemos empezar con la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto el psi-
coanálisis y el movimiento psicoanalítico (tal como otros movimientos,
prácticas, sistemas de pensamiento e instituciones) pueden estar per-
meados por ilusiones equivalentes a las estudiadas por Freud en el tex-
to de 1927a, que se reere, principalmente, a la ilusión religiosa? Estas
tienen como efecto el malestar o el sufrimiento, caracterizado por una
vivencia de desilusión (la llamada crisis del psicoanálisis), cada vez que
este se ve obligado a afrontar la cuestión de su actualidad, su pasado o
su futuro. Cabe plantear aquí el debate acerca de la ausencia o insu-
ciencia de un cierto procesamiento especíco de esta conjunción.
Apoyados en el modelo del proceso psicoanalítico, podemos pregun-
tarnos si este procesamiento especíco, que aquí se propondría como
un trabajo de des-ilusión, consistiría en cambios subjetivos operados a
través de diversos recursos, tales como la historización. Respecto a los
obstáculos y resistencias que este trabajo supone, Milloja (1991), un his-
toriador del psicoanálisis, comenta que la perspectiva histórica se pre-
senta como
portadora de la cuarta de las heridas narcisistas inigidas al hombre y a
sus ideologías: el hombre no es inmortal, ni tampoco lo es el psicoana-
lista y el ‘Psicoanálisis’. Para muchos, el rechazo radical del carácter efí-
mero (objeto de la historia que ja la memoria) de toda creación huma-
na [...] está relacionado con una de las más peligrosas actitudes de los
psicoanalistas con respecto a su disciplina: su idealización, su inscripción
entre los sistemas religiosos de pensamiento. (p.13)
Acabar con la idealización. ¿Pero cómo? ¿A través de un llamado a la
sensatez? Son muchos los que, adentro y afuera del psicoanálisis, han
expuesto sus reexiones y sus críticas en estos términos. Sin embargo,
en general, tendemos a ver la ilusión en los ojos del otro. Esto, a su vez,
inicia un nuevo episodio dentro de la contienda, que Mijolla sintetiza de
la siguiente manera:
Se puede percibir todo lo que esto traduce sobre las luchas, que no dejan
de manifestarse, entre quienes son partidarios de un ‘psicoanálisis’ puro
y duro (freudiano, kleiniano, lacaniano, etc.), como si tal fuera portador
PSICOANÁLISIS,
EL PORVENIR DE UNA DES-ILUSIÓN
Mario Pablo Fuks1
1 Médico psiquiatra y psicoanalista
argentino formado en la Universidad
Nacional de Buenos Aires. Se radicó en
São Paulo, Brasil, en 1977. Fue miembro
del Departamento de Psicoanálisis del
Instituto Sedes Sapientiae donde trabajó
como profesor del Curso de Psicoanálisis,
coordinó el Curso de Psicopatología
Psicoanalítica y Clínica Contemporánea,
participó del equipo editorial del Boletim
Online, fue miembro del Grupo de
Psicoanálisis y Contemporaneidad,
supervisó el Proyecto de Investigación
e Intervención en Anorexia y Bulimia
e integró la comisión interna para la
implementación de la FLAPPSIP en el
mismo Departamento. En Argentina
fue médico jefe del Departamento de
Adultos del Servicio de Psicopatología
del Policlínico de Lanús, profesor adjunto
de la Cátedra de Psicología Médica de
la Facultad de Medicina de la UNBA.
Coordinador del plan piloto de formación
del Centro de Docencia e Investigación
de la Coordinadora de Trabajadores
de Salud Mental de Buenos Aires y
profesor adscrito al Departamento
de Investigaciones de la Facultad de
Psicología de la UNBA. Falleció el 05 de
diciembre del 2022.
1 Anuário Brasileiro de Psicanálise 3. Rio de
Janeiro: Relume Dumará.
2 Originalmente presentado a Estados
Gerais da Psicanálise. Disponible en:
http://egp.dreamhosters.com/EGP/132-
psicanalise.shtml
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de una verdad intrínseca, que los malos atacan y deforman, y quienes
denuncian la petricación de un psicoanálisis dogmático y administra-
tivo para justicar, en nombre de su liberación, los desmantelamientos
teóricos y prácticos que le inigen. (op.Cit., p.19)
Todo esto es reconocible. Sin embargo, ¿cómo salir de la ilusión narci-
sista que nos induce a ensimismamientos solipsistas o a guerras de di-
ferencias, pequeñas o grandes, para poder encarar nuevas realidades?
Encarar, por ejemplo, un mundo que ha cambiado, que está atravesado
por diversas clases de crisis, por una inestabilidad económica y por mo-
dicaciones masivas en la inserción laboral y profesional. Esta inestabi-
lidad termina por afectar a todos, especialmente a las clases que sostie-
nen la demanda de atención psicoanalítica en los consultorios privados.
Un mundo además en el que se recuperan, ofensivamente, los rivales
organicistas.
Quizás lo que resulta difícil de incorporar al psicoanálisis, o a cualquier
sistema de pensamiento establecido, sea precisamente un pensamiento
de cambio (Mendel, 1991) sin el cual el cambio mismo, ya en marcha, ter-
mina por ser vivido como muerte, dispersión, pérdida de especicidad,
descaracterización.
Trataré de contestar a estas preguntas buscando las referencias iniciales
en los propios textos freudianos. El porvenir de una ilusión es la crítica
contundente de un cientíco comprometido con la tradición racionalista
e iluminista en defensa de la libertad de pensamiento y contra la pre-
sencia sofocante de la religión en la educación y en la cultura en general.
Las representaciones religiosas son analizadas, en este texto, como ilu-
siones determinadas por deseos inconscientes infantiles y universales.
Cumplen una función de compensación, consuelo y reconciliación para
los seres humanos frente a las limitaciones impuestas por la naturaleza,
por el carácter inexorable de la muerte y por la propia cultura. El camino
abierto por Freud sigue el trazado de un fantasma y su remisión a algo
verdadero en la historia: la deicación del padre de la infancia, objeto de
nostalgia.
Si pensado hoy, en los términos de un análisis individual, el trabajo de
des-construcción, reconstrucción e historización operaría para liberar el
peso de las reminiscencias y de los traumas, disolviendo o reordenan-
do los síntomas y ofreciendo una disponibilidad para la apertura de la
subjetividad, para la creación de nuevos sentidos de la existencia. Esto
corresponde a lo que conocemos del proceso analítico, tal como lo con-
cebimos hoy.
El problema que se plantea, sin embargo, es que, en el texto de 1927a,
no aparece claramente el posible proceso y mecanismo de desujeta-
miento, de des-ilusión. se describe claramente lo que tenemos con-
ceptualizado como desilusión. Una combinación de factores tales como:
la pérdida de coherencia de la institución religiosa, la decepción con los
resultados (el mundo no responde ni corresponde a la voluntad de Dios)
y la crisis de credibilidad (las clases altas ya no creen), inducen a la viven-
cia del peligro del caos moral y social, de la violencia desenfrenada, del
descontrol pulsional.
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Es imperativo, por lo tanto, cambiar las relaciones entre cultura y re-
ligión. Cumple educar para la realidad educación que signicaría la
aceptación de un lugar más modesto en el cosmos, una resignación a
la vulnerabilidad humana frente a las dicultades de la existencia y, por
n, una conanza en la ciencia, en la esperanza de que, al aumentar su
poder, se volverá posible soportar la vida.
Vamos esquematizando el texto de una forma casi caricaturesca, con el
objetivo de poder perlar las dicultades que nos parece detectar. Por
lo tanto, cabe preguntar aquí si en gran parte de la argumentación no
predominarían el racionalismo, el realismo o incluso la resignación exce-
siva. El ideal iluminista que sostiene la intervención acabaría, al mismo
tiempo, constituyendo un obstáculo para el análisis y para su desarrollo.
La interpretación de la signicación de la cultura y el inventario de los
diversos componentes que conguran el patrimonio cultural de la hu-
manidad y sus distintas funciones, por más polémicos que sean en uno
u otro aspecto, transforman ese extraordinario texto en una pieza in-
dispensable para todo y cualquier intento de elaboración psicoanalítica
sobre tales cuestiones. Sin embargo, el propio autor quedó insatisfecho
con su trabajo. Comentaba que era poco psicoanalítico y poco pene-
trante. Peter Gay (1989), autor de una conocida biografía, habla exten-
samente sobre el malestar de Freud, ofreciendo detalles que ilustran
la complejidad de su momento histórico, la ambición de su obra y su
coyuntura personal.
Trataré de discutir ciertos aspectos del texto, señalando elementos que
pueden aportar alguna respuesta a la pregunta planteada (el proceso de
des-ilusión). Seguiré un ordenamiento que pasa por los temas del poder,
de lo colectivo y del placer.
Al referirse a la reedición de la impotencia y el desamparo infantiles,
como efecto del quiebre narcisista resultante de la confrontación del
sujeto con la fuerza de las limitaciones apuntadas (naturaleza, inexora-
bilidad de la muerte, cultura), no se delimita, al menos en este punto, el
carácter diferencial y especíco de las determinaciones culturales y so-
ciales: “[…] la impresión terroríca que provoca al niño su desvalimiento
ha despertado la necesidad de protección protección por amor pro-
veída por el padre; y el conocimiento de que ese desamparo duraría
toda la vida […]” (Freud, 1927a, p.30) fue la causa de la creencia. Sobre
la misma cuestión, Freud decía poco antes: “[…] cuando el adolescente
nota que le está deparado seguir siendo siempre un niño, que nunca
podrá prescindir de la protección frente a hiperpoderes ajenos, presta a
estos los rasgos de la gura paterna […]” (Freud, 1927a, p. 24).
Seguir siendo un niño signica renunciar no sólo a la omnipotencia, sino
también al poder personal que surge de sus iniciativas, de sus acciones
y del sentido emergente de ellas. De esta manera, el párrafo de Freud
recibiría un complemento: cuando el adolescente está en condiciones
de darse cuenta de que no podrá acceder al ejercicio del gran poder que
idealizó, desde su infancia, como siendo el de su padre, y que tampoco
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podrá ejercer aquel más limitado, pero que por justicia le correspon-
de, el poder de volverse activo en la producción de sus condiciones de
existencia, entonces “el adolescente nota que le está deparado seguir
siendo siempre un niño”.
Se hace necesario, por lo tanto, incluir una hipótesis referida a un poder
de acción un acto-poder, como lo dene Gérard Mendel (1991) que
permita la salida del imaginario infantilizante, psicofamiliar. Esta cues-
tión está claramente planteada en otros textos, principalmente en Tótem
y tabú (Freud, 1913) y en Psicología de las masas y análisis del yo (Freud,
1921), donde la salida de la horda primordial se realiza mediante un acto
que inicia una ruptura, tanto con dominio como con una sujeción.
Pasando al siguiente punto, observemos que esta salida tiene un mo-
mento denidamente colectivo. Es sorprendente cómo, incluso en el
texto de 1927a, cuando comienza a hablar de las limitaciones y de los
peligros que afectan al hombre y, al referirse a la naturaleza, Freud ter-
mina incluyendo una observación, digamos, incidental, sobre el valor de
lo colectivo:
Una de las pocas impresiones gozosas y reconfortantes que se pueden
tener de la humanidad es la que ofrece cuando, frente a una catástro-
fe desatada por los elementos, olvida su rutina cultural, todas sus di-
cultades y enemistades internas, y se acuerda de la gran tarea común:
conservarse contra el poder desigual de la naturaleza (p.16, subrayado
nuestro).
Pero ¿cuál será la metapsicología de ese acordarse que hemos subra-
yado? ¿Por qué Freud no puede concebir una graticación y exaltación
equivalentes en otras circunstancias? ¿Por qué la pasividad de los hom-
bres frente al trabajo se considera, en este texto, como un dato primario
y esencial? Y, sobre todo, ¿qué papel podrían corresponder a las empre-
sas comunes, al desarrollo de la cooperación y de la solidaridad, en la
superación de este terror paralizante, dentro del proceso de desujeta-
miento que estamos buscando delimitar?
Todos estos elementos abren la cuestión de lo colectivo, donde tam-
bién se perla lo grupal. En El porvenir de una ilusión se problematiza
la oposición infantil-adulto. En Psicología de las masas y análisis del yo,
la oposición individuo-masa. Ambas presuponen procesos cruciales de
pasaje, de transformación de psicologías y modos de subjetivación: por
un lado, identicamos la salida de la psicología de masas; por el otro, la
superación de la neurosis infantil de la humanidad. Ambas son partes
de un mismo proceso trabajando en diferentes vectores que apuntan,
uno, a un pasado mítico; el otro, a un futuro utópico. En ambos casos se
delinea la gura de un grupo que inicia y sostiene el proceso: uno, más
nítido, de guerreros parricidas que inventan poemas épicos; otro, más
incidental, constituido por “compañeros de incredulidad” que cultivan,
como veremos, el humor. Finalmente, el placer.
Se podría añadir a la confrontación entre la actitud religiosa ilusionista
y la actitud cientíco-racional realista, una tercera alternativa, que sería
la actitud humorística. Freud escribe El humor (1927b) el mismo año en
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que publica El porvenir de una ilusión: “El humor no tiene sólo algo de
liberador, como el chiste y lo cómico, sino también algo de grandioso y
patético”. El humor es “el triunfo del narcisismo, en la inatacabilidad del
yo triunfalmente aseverada. El yo rehúsa sentir las afrentas que le oca-
siona la realidad; rehúsa dejarse constreñir al sufrimiento”. Los traumas
del mundo externo no lo afectan,
sólo son para él ocasiones de ganancia de placer. Este último rasgo es
esencialísimo para el humor. […] El humor no es resignado, es opositor;
no sólo signica el triunfo del yo, sino también el del principio de placer,
capaz de armarse aquí a pesar de lo desfavorable de las circunstancias
reales” (Freud, 1927b, p.158-159).
¿Cómo consigue este designio, se pregunta Freud, sin abandonar la
salud psíquica, tal como en la neurosis, la locura, la intoxicación, el en-
simismamiento y el éxtasis? El maestro anticipa en este momento las
técnicas que desarrollará en El malestar en la cultura (Freud, 1930). El
humorista se comporta como un adulto frente a un niño, sonriendo ante
la trivialidad de los intereses y sufrimientos que al niño le parecen tan
grandes, poniéndose “[…] en cierto modo en la identicación padre, y
deprimiendo a los otros a la condición de niños” (Freud, 1927b p. 159).
Esta situación intersubjetiva tiene una conguración que evoca una reu-
nión similar entre los descendientes de la alianza fraterna que Freud
imagina, en Psicología de las masas y análisis del yo, en el momento de la
transición de la psicología de masas a la psicología individual. El primer
poeta épico, a través de la creación del mito, logra separarse de la masa,
pero encuentra el camino de regreso a ella; se presenta y relata a esta
masa las hazañas del héroe que inventó, que es él mismo. “Así descien-
de hasta la realidad, y eleva a sus oyentes hasta la fantasía” (Freud, 1921,
p. 129).
Freud también muestra en El humor determinadas situaciones que co-
rresponden a un tipo, quizás más primario e importante, de actitud hu-
morística que una persona adopta hacia misma, con el n de man-
tener alejados posibles sufrimientos. “[…]el humorista debita el acento
psíquico de su yo y lo traslada sobre su superyó”, heredado de la instan-
cia paterna y “a raíz de esta nueva distribución de energía” consigue “so-
focar las posibilidades de reacción del yo” (Freud, 1927b, p.160). Esta ex-
plicación en términos de desplazamientos y redistribuciones constituye,
en ese momento, hipótesis ad hoc, para una nueva forma de represen-
tación metapsicológica del acontecimiento psíquico, una segunda tópica
ampliada y enriquecida, que explica el acontecimiento de la eclosión de
un delirio, por ejemplo, a partir de la investidura de ideas preexisten-
tes. “Por eso, la curación de esos ataques paranoicos consistía menos en
una disolución y corrección de las ideas delirantes que en la sustracción de
la investidura de que estaban provistas”. (op. Cit., p. 160-161, subrayado
nuestro).
Observamos aquí una aproximación a la cuestión planteada en El porve-
nir de una ilusión. Al mismo tiempo, y manteniendo las distancias, esta
frase de Freud evoca una armación de Jurandir Freire Costa, en una
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entrevista en la publicación mencionada al principio: “Creo que, con los
problemas humanos, así como con los problemas psicoanalíticos, su-
cede lo que decía Wittgenstein sobre los problemas losócos: no se
resuelven, se abandonan” (Freire Costa, 1991).
La intención del superyó a través del humor, continúa el texto, es decir-
nos: “Véanlo: ese es el mundo que parece tan peligroso. ¡Un juego de
niños, bueno nada más que para bromear sobre él!” (Freud, 1927b, p.
162).
Aquí se vislumbra el proceso que permite el desujetamiento de la ilu-
sión religiosa, o cualquiera otra equivalente. La cuestión es operar la
des-ilusión, ya que podemos preservarnos de la desilusión, o superarla,
mediante un proceso en el que las instancias ideales parecen cumplir un
importante papel. Se visualizan posibles dinámicas y economías de esta
operación. Es emancipadora y enaltecedora porque nos permite recupe-
rar a la vez un mundo no-siniestro y a la inteligencia lúdica del niño, de
los cuales el adulto medio quedó desposeído al someterse al dominio
consolidado de la “inhibición de pensar el tema sexual, la inhibición re-
ligiosa y, derivada de esta, la de la lealtad política” [monárquica] (Freud,
1927a, p. 47). Es un juego de niños porque posibilita la elaboración psí-
quica a través de la creación, de la recreación y de la proliferación de
sentidos propios del chiste, de los sueños, de la fantasía, de la construc-
ción de novelas de diversos tipos, de la creación artística, del humor, de
la invención, recursos que son todos equivalentes al jugar de los niños.
A través de los distintos ejes trazados, se localiza mejor tanto aquello
que en el camino recorrido por el psicoanálisis le da origen y lo asocia al
gran proyecto liberador, como aquello que lo hace especíco y singular,
abordando el ideal que lo impulsa, así como aquello que, en su proceso
de producir y producirse, se va instituyendo.
Hay ciertas cuestiones, aún relacionadas con el tema, que merecerían
aclaración a través de las articulaciones conceptuales propuestas en
este trabajo. El uso excesivamente extenso de la noción de desilusión
tuvo la intención de hacerla jugar con ilusión y des-ilusión. Limitándola a
su uso habitual, la desilusión, como vivencia, tiende a expresar el resul-
tado de una pérdida, que puede ocurrir a nivel del objeto, a nivel del yo
o a nivel del ideal mismo. O en los tres simultáneamente, tal como en la
canción de Chico Buarque de Hollanda3:
“¿Recuerdas el futuro
que acordamos?
Yo era tan niño y todavía lo soy.
Queriendo creer que el día amanecerá
sólo porque una canción lo anunció…”
3 Chico Buarque, “Maninha”, 1977. En el
original: “Se lembra do futuro que a gente
combinou? Eu era tão criança e ainda sou!
Querendo acreditar que o dia vai raiar só
porque uma cantiga anunciou...”.
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La pérdida está siendo procesada por una combinación de diferentes
instancias, incluido un compañero de elaboración, la Maninha. Es el tra-
bajo del duelo, fundamental para la preservación del equilibrio psíquico
y para la posibilidad de cambio individual y colectivo, que forma parte
del trabajo más amplio que estamos considerando.
Existen pérdidas que adquieren intensidad y fuerza patológica, como
cuadros melancólicos, vivencias de n del mundo, despersonalizacio-
nes, pánicos. Estas pérdidas muchas veces se confunden o se combinan
con experiencias de peligro, desorientación y pérdida de referencias ex-
teriores. En términos de vivencia, apenas se puede hablar aquí de de-
silusión. Se trata de situaciones traumáticas colectivas, en las que el yo
se encuentra en la situación de parálisis e inermidad que Freud imagina
para una situación de amenaza de descontrol pulsional, ante una reali-
dad siniestra. El yo, en estas circunstancias, tendería a funcionar bajo un
régimen que está más allá del propio placer, sometido a la compulsión a
la repetición y a una tendencia de vaciar todo el sentido. Se esboza aquí
un estado límite en lo que se reere a la existencia o la experiencia de
una subjetividad. La actividad del ideal del yo posibilita la activación de
los sistemas de fantasmatización y simbolización, los cuales permiten la
elaboración psíquica. Se reinstala el proceso de subjetivación. Con esta
discusión, terminamos acercándonos a algunos desarrollos posteriores
a Freud.
Hace unos años, Hanna Segal presentó un trabajo muy importante en
un Congreso Internacional de psicoanalistas en el que se impidió que
su lectura se hiciera en sesión ocial – intitulado “El silencio es el verda-
dero crimen” (1985), en el que denunciaba y analizaba, con extensión y
profundidad, el mortífero juego de ilusiones colectivas que implicaba a
gobiernos y complejos militares-industriales, involucrados en la carrera
armamentista nuclear. La palabra silencio del título se refería también
a la actitud adoptada por los analistas en Norteamérica delante de la
persecución antisemita en la Alemania nazi. La ilusión de eternidad, se-
gún parece, se logra a través de omisiones, rechazos y aislamientos que
terminan por tener un costo ya resulta difícil de negar.
A partir de la década de 1980, una serie de analistas latinoamericanos
(en general brasileños, uruguayos y argentinos) produjeron trabajos re-
ferentes al efecto, sobre la subjetividad, de situaciones sociales de alto
impacto traumático. Maren Viñar y Marcelo Viñar (1992), Jurandir Freire
Costa (1984, 1988), Gilou García Reinoso (1971) y Hélio Pellegrino (1971,
1986), entre otros, demostraron cómo la pérdida de vínculos, el dete-
rioro y la ruptura del sistema de ideas, así como el n de los proyectos
colectivos, imponen una subjetividad debilitada, cuadros de una verda-
dera demolición de la identidad y una cultura de violencia, entre otros
efectos. Esta línea de trabajos presenta una evidente continuidad del
espíritu de intervención y combate en el campo político, cultural y so-
cial que caracterizó el trabajo de Freud. Hay un empeño para construir
elementos conceptuales que esclarezcan y amplíen, al mismo tiempo, la
totalidad del campo psicoanalítico.
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El sistema de ilusiones contemporáneas, tal como se congura, pare-
ce bien diferente del sistema estudiado por Freud en El porvenir de una
ilusión (1927a). La soldadura entre la prohibición de pensar lo sexual, la
ilusión religiosa y la lealtad político-monárquica ya no existe. Lo que se
impone a la posibilidad de pensar parece ser la ilusión-compulsión de
consumir, y la lealtad se establece con los medios de comunicación de
masa y los métodos estadísticos en boga. Concordamos con Marilena
Chaui (1997) cuando apunta la importancia de la “fascinación tecnoló-
gica”.
Grandes poderes impersonales y distantes deciden sobre las posibilida-
des de supervivencia, el destino económico y el valor de las calicaciones
de trabajo. Planes de ajuste, reubicaciones laborales y despidos se pre-
sentan como movimientos telúricos o imposiciones de una naturaleza,
sólo explicables por los cientícos y manipulables por los tecnócratas,
que actúan más sobre poblaciones que sobre comunidades. Lo que no
se comporta, no soporta, o lo que resiste queda marginado y pasará a
ser objeto de una gestión diferencial e igualmente homogeneizadora. En
suma, el margen del poder posible en la gestión autónoma de la propia
existencia se redujo violentamente.
La signicación social de los hechos, de las causas y de los efectos tiende
a eclipsarse totalmente. Ante el impacto desubjetivante de este tipo de
control-gestión, la adhesión a sectas religiosas, a prácticas esotéricas o
a tendencias fundamentalistas busca tapar el vacío de sentido, logrando
algún dominio mágico sobre estas naturalezas o encontrando, a través
de ellas, fuentes de certeza (Galande, 1990).
En el campo de la salud mental, el objetivismo médico, revitalizado, por
un lado, por la genética y por la química de los neurotransmisores y, por
el otro, por la estrategia de gestión de riesgos, parece verse reforzado
por la renuncia a cualquier necesidad de interlocución (Castel, 1984).
Se trata de delinear, a partir de todo eso, un modelo en el que el modo
de operar psicoanalítico pueda conducir al desarrollo de experiencias
que sirvan para contra efectuar un trabajo de resubjetivación que de-
vuelva al individuo su relación con lo colectivo, que recupere la dimen-
sión temporal, un ideal a sostener y una ética a instituir en una acción
que se desarrollará. En muchos de estos casos, pueden operar a través
de la simple posibilidad de un espacio de expresión de aquello que hier-
ve espontáneamente en los márgenes y grietas de estas nuevas demar-
caciones (Saidon, 1994; Stolkiner, 1994).
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El movimiento psicoanalítico tiene actualmente una constitución hetero-
génea y una gran diversidad que lo diferencia de otros momentos. Sus
agrupaciones tienen diferentes grados de organicidad. La posibilidad
efectiva de desvincular el análisis del analista de la regulación institucio-
nal, promovida en espacios llamados alternativos en los años 1970, exis-
te desde hace décadas y ha contribuido para oxigenar una parte consi-
derable del ambiente. Sin embargo, las necesidades de reconocimiento
y autorización intensicadas, adentro del psicoanálisis, por los efectos
de estas tendencias mercadológico-individualistas descritas, simultá-
neamente masicadoras, acentuadas por la crisis económico-ocupacio-
nal de las camadas medias, llevan a una lucha competitiva por la ocu-
pación de espacios y al desarrollo de carreras multiinstitucionales. Las
posiciones dogmáticas, burocrático-administrativas o monopolizadoras,
atravesadas o apoyadas por las ilusiones consideradas, crean obstácu-
los a un desarrollo más libre, más creativo y menos aislado socialmente.
Las posibilidades de desujetamiento dependen del procesamiento co-
lectivo que se pretendió delinear. Donde se desarrolla este proceso, la
clínica, la teoría, la investigación y los proyectos adquieren nueva vida.
INTERCAMBIO PSICOANALÍTICO, 14 (2), 2023, pp 24 - 34
ISSN 2815-6994 (en linea) DOI: doi.org/10.60139/InterPsic/14.2. 2/
34 / FLAPPSIP
Traducción: Maria Aguilera Franklin de
Matos
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