
INTERCAMBIO PSICOANALÍTICO, 14 (2), 2023, pp 153 - 156
ISSN 2815-6994 (en linea) DOI: doi.org/10.60139/InterPsic/14.2. 15/
155 / FLAPPSIP
En este capítulo también hace mención al papel del analista y las resistencias
que puede producir el aceptar ser partener en el juego del paciente, tolerar
la transferencia, ayudar a contener y procesar las emociones que se empla-
zan en él. Por último hace una referencia a las patologías y la capacidad de
jugar, haciendo hincapié en la posibilidad del yo para poder disociarse, ale-
jarse parcialmente del sentido de realidad y a través de fragmentos clínicos,
nos adentra en las complejidades que los analistas debemos afrontar frente
a las diversas presentaciones actuales.
En el Capítulo 2, “La agresión” toma la denición de agresión de Winni-
cott, quien hace hincapié, en que el odio y la destructividad, no son negativos
en sí mismos, sino que son experiencias fundantes del desarrollo emocio-
nal. El lugar en donde esta agresión se emplace, y como el otro decodique
la misma dará lugar, a su connotación negativa o positiva. Retoma la idea de
winnicottiana que el origen de la agresión es la motilidad, como acción sur-
gida desde lo biológico en la incipiente emergencia de lo psíquico y hace una
descripción exhaustiva de cómo puede darse este origen. Cobra relevancia
el concepto de madre suciente buena, aquella no solo capaz de satisfacer
las necesidades del bebé, sino aquella que también da lugar al que el yo del
niño se instale siendo protagonista de su experiencia. Por último, menciona
que esta experiencia de satisfacción puede tener variables, y que existen al
menos tres patrones que pueden ser de utilidad para la clínica. El primero
en el que hay integración del yo, sinónimo de salud y bienestar. El segundo
y tercero son patológicos, ya sea porque el sujeto se siente real cuando es
destructivo y cruel o porque es incapaz de armar un yo en contraposición
del medio (falso self).
La destrucción está en todo proceso creativo, no hay creación sin destruc-
ción (…). Es más, todo trabajo de simbolización genuino, como creación per-
sonal y única, implica destrucción. (Tagle, 2016, p. 70)
En los capítulos 3 y 4 el autor diferencia el concepto de realidad, en sus dos
dimensiones como vivencia y como experiencia, la primera como aquella
creada de manera omnipotente por el bebé a partir de la ilusión, capacidad
que se constituye en el interior del vínculo. La segunda relacionada aquello
que se encuentra por fuera del control omnipotente del sujeto. Esta dife-
renciación que retoma de Winnicott, la articula con los conceptos de objeto
subjetivo, objeto transicional y fenómeno transicional, que resultan de suma
importancia en el proceso que debe hacer el niño para ir deniendo y deli-
mitando ese pasaje del adentro y el afuera, de lo interno y lo externo, de la
fantasía a la realidad.
En el Capítulo 5, nos encontramos con un desarrollo interesante de la función
del Padre, lo describe como el encargado de ayudar a manejar la agresión
del niño en el momento de la autoarmación, propiciando la manifestación
de la agresión, pero dentro de cierto encuadre. Propiciando la integración de
la agresión dentro de la vida anímica del niño, condición fundamental para
pasar del plano de la fantasía a la realidad exterior.
En el Capítulo 6, realiza un recorrido por los distintos signicados de la pala-
bra ilusión, haciendo hincapié en la connotación que le da Freud y Winnicott.
En primer lugar, como aquella en donde se emplaza el deseo y por el ende